jueves, 21 de febrero de 2008

Descubriendo Barcelona

Lo primero que hice fue comprarme una guía urbana de la ciudad. Mis horas libres de ocio eran ver lo que me podía interesar y buscar el medio de transporte público que debía utilizar, para llegar al lugar.

Me impresionaban las calles anchas, las fachadas lujosas, los edificios iluminados y las grandes plazas. El paseo de Gracia, La casa Batlló, (que maravilla) El templo de la Sagrada Familia, La Pedrera... Para mí un mundo desconocido ya que venía de una ciudad pequeña y mis orígenes un pueblo 2.500 habitantes.

Tanto en la ciudad antes mencionada como en el pueblo, yo conocía a mucha gente, cuando salía a la calle o subía al bus. Rara era la vez que no encontrara alguna persona conocida, a quien saludar o impartir el camino y la noticia más reciente.

Aquí fue todo lo contrario. Subía al metro o al bus, lleno de gente y miraba a todos buscando una cara conocida, una sonrisa, un saludo... nada. Volvía a casa triste, por no encontrar a nadie conocido con quien poder comunicarme. Yo le decía a mi hermana, Si esto sigue así no podré aguantar mucho tiempo. Aquí cada uno va a lo suyo.

Pronto en el trabajo hice amigas y la cosa cambio. Entre ellas CARMETA "una catalana encantadora" que al tener el mismo turno, disponíamos del mismo tiempo libre y teníamos muchas cosas en común. Si decía una que le gustaría ver una película o salir de paseo o montar una excursión,la otra después de valorarlo aceptaba gustosa. Así empecé a ser feliz en esta tierra, a querer Cataluña y a los catalanes.

Esto no quiere decir que no quiera al pueblo donde nací. Todo lo contrario, allí tengo mi familia, mis amigos,mis vecinas,los buenos recuerdos de mi niñez y juventud, mis raíces más profundas que nunca olvidaré.

Yo todos los años paso allí unos días en casa de mis padres y disfruto del reencuentro con las personas y los recuerdos. Pero ya no es lo mismo mi corazón está dividido(entre dos amores).
Cuando yo era niña,las plazas de mi pueblo me parecían grandes, las calles anchas, las montañas inmensas… Un año, mi padre decidió llevarnos a los tres hijos mayores a la feria de la Capital. Yo tenía diez años y era la primera vez que viajaba a la Capital.
¡Cuánto disfruté esos días! Luego presumía en el colegio de que había estado en la feria de Albacete. Yo era la única que conocía la Capital. En aquellos tiempos no había medio de transporte publico regular, así que solo se permitía ese lujo el que estaba enfermo y tenían que hacerle prevas médicas o ingresarlo en el Hospital, teniendo que alquilar un taxi para esos 57 km, que nos separan de la Ciudad.

Digo esto, porque cuando uno es pequeño, todo todo le parece muy grande. Después al llegar a Barcelona no me asustó las distancias ni el ajetreo de la gran Ciudad, pronto me acostumbré al ruido y la prisa. Cuando voy al pueblo, todo me queda pequeño y cuando han pasado unos días (me ahogo) tengo necesidad de marcharme a otro lugar.


Me gusta la vida del pueblo, pero no quedarme allí para siempre.

viernes, 15 de febrero de 2008

VACACIONES DEL 72


El verano del 72 llego a Barcelona a visitar a mi hermana, pues había tenido su segundo hijo y no se encontraba bien. Pasamos unos días muy agradables en familia. Yo me encariñé mucho con los niños y hablando con mi hemana creímos que sería bueno que me quedara en Barcelona. Así podriamos vernos con mas frecuencia, compartir todas nuestras cosas y ayudarnos mútuamente.

La idea me pareció buena y me arriesgué.
El trabajo por entonces era fácil de encontrar. Coincidió que necesitaban personal para el nuevo hospital y yo sólo tenía que pedir el traslado de documentación. Lo que en un pricipio parece fácil, luego no lo es tanto (todos los pricipios cuestan). En el trabajo todo es nuevo, el lugar, las personas,en ocasiones el idioma y en cada dificultad recuerdas lo que has dejado.

Yo ponía ilusión en todo, tenía ganas de aprender, de hacer bien mi trabajo, y tener buenas amigas.


Pensaba que mi estancia sería temporal, quizás un curso. Nunca pensé que echaría raíces aquí.